LA SELVA NEGRA. De Titisse a Triberg

26 de julio, martes:
Titisee, Bernau, Resenhof, Belchen, Munstertal, Staufen y Friburgo
A las 8,30 estábamos levantados y las 9,40 pusimos rumbo a Schluchsee iniciando así nuestra ruta por la Selva Negra. Pero la carretera aparece cortada y cambiamos de rumbo para dirigirnos hacia Bernau, primero por la 317 hacia el oeste y luego ya por carreteras locales. El paisaje es impresionantemente hermoso. Densos bosques de gigantescos abetos mezclados con hayas, pequeñas montañas donde el color verde lo llena todo, hasta donde se pierde la vista. Parecen maquetas de trenes, de las que mirábamos embelesados cuando éramos niños. Enormes casonas de madera con tejados de “escamas” de madera también, con geraneos multicolores que cuelgan de sus ventanales salpican este verde paisaje donde hay una infinita gama de tonos verdes. Las carreteras son buenas, pero retorcidas por lo que el avance es lento aunque la camper responde de maravilla. En el centro deportivo de Oberlehem hay una zona de servicios y estacionamiento para autocaravanas, bonito, pero muy solitario y no tiene pinta de que vaya nadie por la noche, al menos en julio. Cargamos/descargamos agua y nos acercamos al pueblo, al Heimatmuseum, aunque la dirección correcta es en Resenhof.


Este museo está situado en una granja que estuvo habitada hasta 1976 y que ha permanecido intacta desde el XVIII. Al atravesar las puertas de esta impresionante granja no solo la vista, sino el olfato nos traslada a otra época cercana, y a la vez lejana. Nos sumergimos en una especie de “túnel del tiempo” por donde vamos y venimos. Comenzamos por la sala de estar de gran luminosidad con dobles ventanas y su estufa tradicional para seguir por la habitación y cocina que dan testimonio de la sencillez de la vida cotidiana. Incorporados a la casa, aunque a parte, aparecen los establos para diferentes animales: gallinas, cerdos, vacas, caballos… Luego numerosos talleres artesanales reconstruidos: fabricación de cepillos, barricas, tabillas para los tejados, cubetas, telares, taller de zapatero… nos deja impresionados. Ahora comprendemos el tamaño de estas casonas: en su interior contienen todo lo necesario para no depender del exterior. Los distintos tipos de carros o carruajes utilizados acceden directamente desde el exterior a la parte superior de la vivienda .. Aquí nos sorprendemos también por todo lo que guardan:carros de varios tipos, para transportar madera, heno, …trineos, herramientas diversas y hasta una fragua aunque Angel dice que no es posible que entre tanta madera estuviera funcionando, más bien parece añadida. Merece la pena desviarse, no sólo por el bonito paisaje de este valle, sino para disfrutar de este peculiar viaje en el tiempo donde todo permanece como si sus habitantes fueran a regresar en cualquier momento.



Pusimos rumbo a Belchen, una de las 3 mayores alturas de la Selva Negra. De nuevo el paisaje es todo un lujo para la vista. Dejamos la camper y por 15 € ascendimos en telecabina a 1400 m. Las vistas son una auténtica maravilla, miremos por donde miremos. Dimos una vuelta para contemplar los paisajes desde este privilegiado otero. Espectaculares.

Descendimos y desp
ués de comer y darnos un breve paseo por un bosque de abetos observando como la vegetación se abría paso por cualquier pequeño espacio, pusimos rumbo a Munstertal y Staufen. La retorcida carretera asciende y desciende entre verdes montañas, abetos, hayas, vacas y casitas de madera.

En Munstertal visitamos el monasterio que tiene una bonita iglesia al que accedemos atravesando un pequeño cementerio que parece más que eso, un jardín algo “peculiar”, con plantas y flores de distintos tamaños, formas y colores, como todos los cementerios alemanes. Llegados a Staufen, dimos un paseo por este delicioso lugar, que bien merece una parada por sus bonitas y tranquilas calles por las que discurren canales de limpia y transparente agua donde algunos niños chapoteaban ya que la tarde era calurosa (27ºC). Alguien nos recomendó la pastelería Bequer que encontramos y donde compramos unos deliciosos trozos de tarta.






De Staufen, Angel decidió ir a Friburgo a buscar un sitio para pernoctar y aquí se acabó la paz del día: no lo encontrábamos, luego, cuando dimos con la señal no pudimos salir de la autovía por estar el carril derecho en obras, intentamos cambiar de sentido y terminamos en otra autovía…Un auténtico laberinto de carreteras y autovías con una carencia casi absoluta de señalización. Al final parados frente a una señal de camping, cabreados y perdidos, decidimos ahorrarnos disgustos y gas-oil y entrar. Camping Tunisee, a 10 km de Friburgo y al borde de un bonito lago en el que la gente disfrutaba de un baño. 22,50 € más 0,55 por ducha. Lleno de cebolletas, pero todo muy “ordenado” (hasta nos señalaron el sentido en que debía estar colocada la auto). Por la noche, cuando íbamos al baño, oímos hablar castellano: resultaron ser un padre alicantino que estaba de visita a su hijo que vivía en la ciudad. Intercambiamos algunas opiniones y nos fuimos pronto a descansar. Como curiosidad decir que a Raul le llamaron la atención por orinar en los lugares destinados a “aguas mayores”.

27 de julio, miércoles:
Friburgo, Fendler y Schelusse
Antes de dejar el camping para ir a visitar Friburgo y aprovechando el ofrecimiento que nos hizo la encargada del camping el día anterior, paramos en la recepción para pedir una fotocopia de un plano de los alrededores de la ciudad con el objeto de llegar a un “Park and Ride” y desde allí tomar el tren al centro. Pero ésta no está y la persona encargada la telefonea. En 5 minutos viene (que “cuadriculados” me parecen ¿qué costará dar la fotocopia?, pues no, tiene que venir la dueña). Pasan los 5 minutos y más de 10, insisto, me contesta que está en el restaurante, a 20 m de recepción, seguimos esperando y como el que espera desespera, le pedimos que sobre el plano nos lo explique, que no tenemos todo el día. Me voy echando echando “sapos y culebras”. 
Pese a las explicaciones y nuestro dibujo, nos perdemos y otra vez en el laberinto de autovías. En un momento no sabemos ni donde estamos ni a donde nos dirigimos. Comenzamos a odiar esta ciudad. Vemos una señal de P+R que desaparece. Sale la reserva de Gas-oil. Esto no va bien. Volvemos a ver la señal al final encontramos el aparcamiento donde dejamos la camper. Primer obstáculo salvado. El segundo, es saber donde está el tren. Sólo hablan alemán pero les entendemos. El tren es un cómodo tranvía con las vías a pié de calle. Ahora llega el tercer obstáculo: saber qué tranvía nos lleva al centro y dónde nos tenemos que bajar…lo conseguimos. Llegamos al cuarto y saber cómo se compra el billete. Las instrucciones de la máquina sólo están en alemán. Preguntamos si podemos comprar los billete dentro y nos dicen que sí, pero en el interior del tranvía sólo va el conductor “blindado” en una cabina de cristal. Ni pestañea. Aquello se mueve y nosotros sin billete. Me entra la risa nerviosa y Raul dice que nos bajemos que nos van a multar. Al final un chico joven que habla inglés nos compra los billetes (6 € los billetes para 5 personas durante 24 horas.) ¡vaya! ¡lo conseguimos!.


En 10 o 15 minutos escasos llegamos al centro de la ciudad. Nos fijamos bien donde estamos, el número del tranvía y donde se encuentra la parada de vuelta. Al principio estamos un poco desorientados pero conseguimos dirigirnos hacia la catedral. En todo su alrededor se celebraba un mercado con todo tipo de productos: frutas, verduras, pan, salchichas, flores, plantas, madera…muy bonito. La catedral y las casas que la rodean forman un hermoso conjunto gustándonos más este exterior y su ambiente que el interior. Dejamos atrás este animado lugar para dirigirnos al Ayuntamiento por tranquilas calles por las que solo circulan tranvías y gente en bicicleta. De nuevo vemos los pequeños canales por los que circula el agua clara y transparente. Ya en el Ayuntamiento, disfrutamos del bonito edificio y el conjunto que lo rodea en un día soleado y luminoso que anima a las gentes a salir a las calles. Regresamos en el tranvía al P+R para abandonar Friburgo y dirigirnos al Fendber, primero por la 31 y luego al sur dirección Todtnau, dejando atrás sus cataratas que no visitamos. Encontramos gasolinera enseguida y menos mal, porque hicimos una buena bajada y subida sin ver ninguna.

Llegamos a la 4,30 al Fendber, pero el teleférico cerraba a las 5. Podiamos bajar andando, pero no parecía un paseo agradable: calor y escasa o nula vegetación. Decidimos no subir pese a que este pico tiene mayor altura que el Belchen e ir hacia Titisee, al aparcamiento del camping Bankenhof, por la 317 trazando un círculo. De camino nos encontramos abierta la carretera hacia Schelusse así es que nos acercamos a ver este bonito lago glacial y de paso hicimos alguna compra de comida. Una vez en el camping Bankenhof nos dice en una mezcla de aleman e inglés y muy 
“seco” que no podemos pernoctar allí por no sé qué de un carrusel que ya estaba allí la noche en que dormimos nosotros. Que podiamos optar por dormir dentro (24,60 €) o ir a Titisee. Indignados por lo que nos pareció una “jugada”, dedicimos que preferiamos pagar más en otro camping de los 3 más que había por la zona, que dárselo a este listo. El primero, completo y el segundo…parece más un camping español de playa en el mes de agosto (sin ofender a nadie) sin cebolletas. No nos gusta nada y encima es más caro. Casi completo y sin parcelar, reina la anarquía ¿será por que sus dueños son franceses? Estos, muy jóvenes, más bien parecían un grupo que “jugaba a los campings” y tenía la impresión de que si les daba una pelota se pondrían a jugar al futbol. Pero no podemos elegir. Seguro que hay sitios peores. Nos instalamos al lado de unos peculiares campistas: llevan 3 tractores que son piezas de museo, muy cuidados y 2 roulot de las antiguas, de esas de madera, altas, con grandes ruedas, chimeneas metálicas, cortinas de encaje…. parecidas a los vagones de los trenes de antes. Son una familia con y un niño y otro adulto que viaja solo. Nos damos una estupenda ducha y a descansar.

28 de julio, jueves:
Sankt Peter, Kandel, Haslach, Gutach y Triberg

Después de disfrutar la espectacular salida de nuestros vecinos que despertó interés en todo el camping retornándonos a todos al pasado de nuestros “elementos”, dejamos el camping “el mogollón” para recorrer el Hollental por la 31 dirección Friburgo para luego poner rumbo a Stesen y Sankt Peter, dirección Baden-Baden.

En Sankt Peter disfrutamos de la bonita iglesia barroca, pero su biblioteca estaba cerrada. Abría a la curiosa hora de las 14,30 y tan solo eran las 11,30 por lo que pusimos rumbo al Kandel, tercer pico más alto de la Selva Negra.

Una vez allí, desde la carretera vimos que había un paseo hasta la cima, pero por una desarbolada zona y mucho calor. El día no era muy claro y había poco o ningún entusiasmo por andar, así es que comenzamos el retorcido y pronunciado descenso por una carretera cuya anchura estaba limitada a 2,10 m, entre bosques de hayas, arces y gigantescos abetos. En Waldkirch tomamos la 294 hasta Haslach ciudad que bien merece un paseo por sus
 calles principales con bonitas y cuidadas casas del siglo XVIII, algunas de entramado. Mientras, en el campo, la gente aprovecha este tercer día soleado y caluroso para cortar la hierva, recogerla y llevársela. Seguimos contemplando estas casonas con inmensos montones de leña perfectamente ordenados por tamaños todos del mismo largo. El invierno debe ser muy duro en estas latitudes, pero hoy hace un calor casi como en España por lo que después de comer nos quedamos un poco “traspuestos”.

Ponemos rumbo por las 33 hacia Gutach, 
al museo al aire libre de la Selva Negra: “Vogtsbauernhof”. Llegamos a las 4,30 y cerraba a las 6, por lo que visto desde fuera el tamaño nos apresuramos. Es un museo vivo formado por un conjunto de casi una treintena de edificios de distintos usos que datan del XVII hasta el XX, entre casas, y diversos elementos fundamentales para la vida autosuficiente donde se han reconstruido seis granjas con sus dependencias y cada una representa los diferentes tipos de vivienda existentes en la selva negra. Todas las granjas contaban junto con la vivienda y en el mismo edificio con granero y establos para distintos animales: vacas, cerdos, caballos, gallinas…La parte superior estaba destinada a carros y carruajes de distinto tipo con acceso directo al campo, además de contener herramientas, aperos diversos y en algún caso hasta la era. Es un magnífico conjunto de casas y granjas de madera de distinto tamaño y tipo además de graneros, molinos –de cereal y aceite-, carbonera, sierra hidráulica, horno, fragua, molino… en un estupendo estado de conservación, con utensilios, ropas, herramientas…incluso nos detuvimos delante de la “casa de los jornaleros” por pensar que estaba habitada, ya que se oía la radio, había ropa tendida fuera y el mobiliario era de mediados del siglo XX. Cuando nos asomamos solo pensamos que era un poco “cutre” y anticuado, pero solo al ver gente merodeando por el interior nos convencimos que no era una vivienda habitada, si no que formaba parte del conjunto. Estuvimos una hora y media, pero con tranquilidad la visita requiere mucho más tiempo. Tiene detalles como los distintos tipos de cultivos de la zona, cereales diversos y plantas de forraje, así como productos de la huerta e incluso colmenas (éstas últimas vacías). Resulta más que interesante, curioso y muy bien cuidado. No hay que perderselo.



Continuamos hacia Triberg a buscar una zona de pernocta. Por la carretera comenzamos a ver tiendas de relojes de cuco. Llegados a esta ciudad seguimos una señal de aparcamiento de autocaravanas, pero cuando llegamos resultó ser un garaje techado. Parecían “nichos” para cada autocaravana. No era un sitio agradable, por lo que preguntamos a unos italianos que estaban maniobrando para colocarse y nos dijeron que se iban a la estación del tren. Les seguimos. El lugar era agradable y tranquilo a primera vista, pero el ruido del tren al pasar era ensordecedor. Ellos, que hablaban en perfecto italiano hasta con una escoba, preguntaron y tuvieron la buena fortuna de dar con otros italianos que les dijeron que el tren solo descansaba 4 horas en la noche y les recomendaron otro lugar. Así es que les seguimos, pero de camino encontramos el aparcamiento nº 6 que recomendada una página web italiana y que rechazamos en un principio por que decía que estaba inclinado. Pero esta inclinación era muy leve así es que decidimos quedarnos. El lugar no era una maravilla ya que solo era un aparcamiento junto a la carretera, pero mejor que la estación. A sugerencia de ellos, sacamos nuestras sillas y los 4 mantuvimos una agradable charla cada uno en nuestros respectivos idiomas pero entendiendonos muy bien, aunque alguna vez que otra nos “atascábamos” en alguna palabra. Eran dos jubilados, él de 72 años pero con una vitalidad y agilidad totalmente envidiables. Conocían toda Europa y habían venido a Triberg a comprar un reloj de pie. A las 11 decidimos desmontar nuestra improvisada tertulia e irnos a dormir.


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